Siete Cueros

SIETE CUEROS

      soy una maleta en el pasillo

Neil Young

ACERO

Primer entierro

De niña mi mamá me compró una tortuguita acuática.

Yo se la pedí.

Cuando llegué a mi casa la puse en una lata de dulce de batata

con agua casi hasta el borde.

Después de dos días de nadar en círculos, se murió.

La enterré en una maceta en la que también estaban

los aparatos para los dientes que supuestamente había perdido.

 

Pido gancho

La intuición es silencio

la palabra es acción

y los trazos negros sobre el papel

dicen lo que quiero tener.

 

Herencia

Cuando llueve por varias horas hay algo

que me recuerda a tu olor

es parecido al pan y a la puerta.

Tus manos en la polenta

tu garganta colgando.

La piel suave lagarto

y las venas dilatadas así

como para afuera.

 

Segundo entierro

Había una dentadura al pie de una tumba

y yo perdida por esas calles donde nunca te busqué

podía ver el humo negro de algún cuerpo

subía alto, muy alto y se perdía después.

Tenía miedo de sentir un olor familiar.

La tierra que te cubría estaba dura.

 

Resto de tu desayuno

La penicilina casera nace

en el saquito de té de manzanilla.

En el fondo de la taza

que dejaste debajo de la cama.

Está ahí desde tu cumpleaños.

 

El anillo

Esa droga para el cáncer

te hacía alucinar

que estabas en un colegio

que había fuego

que el piano en los pies de la cama

no estaba ahí.

Después

la aguja del suero infiltró tu piel.

Bolsa de huesos

el brazo de globo inflado

y el anillo

estrangulando tu anular.

 

De los últimos días

Mamá llegó a casa

con un bolso lleno de armas.

Papá nunca existió.

Apergaminada y morada

la lengua de la abuela

detrás de la máscara de oxígeno.

Piojos corrían por tu cabeza

cuando te morías.

 

 

En la noche

Hacéme un hijo negro.

Para que salga de él

el rancio olor de la manteca

fermentada.

Para verlo bajo la forma

de un ave que corta el cielo

y presagia.

 

En la mañana

Quiero escuchar su voz que advierte.

La queja y la acidez

los tragos profundos de leche

que marcaron el verano.

 

La señora de al lado

El seguridad juega a las cartas

la vieja lo mira con prismáticos

a través de la ventana.

En la cabecera de su cama, un crucifijo.

El retrato de Hitler en la repisa.

Mira y escribe cartas en voz alta.

 

Peco

Falto a los mandamientos 1, 3, 7 y 9.

Toco mi cuerpo, pienso, leo Xram.

Todos los días desde julio.

¿Quién es? No lo sé;

será la tierra sin aprovechar

que forma la orilla de un terreno

lo apartado por voluntad propia

o por parte de otros.

 

Por llover

Si chupo la yema de mis dedos

y apago el fuego del pabilo de la vela

para no volver a ver la cara de mi equivocación

entonces quiero que me avises

si esto podrá ser el fin.

Si dejo que la presencia relámpago

escriba sobre mí con su pulso irregular

qué es lo que debo interpretar…

sé que después vendrá el trueno

más tarde, tempestad.

 

 

CONCAVIDADES

Ama de la geometría y de los colores fríos

Tomo alcohol en la piragua

y dispuesta a ultrajar recito y aúllo

susurro puteríos y mentiras en su oído.

Exploro su culo con los dedos y con las uñas.

Le rocío una vodka.

Lo prendo.

 

La verdulería de adelante

Llego a la carnicería donde la mitad de la vaca que

cuelga del gancho corredizo desnuda su lado convexo.

Entraña! déme, un pedazo grande de grasa para limpiar

y uno de esos quesos redondos como lunas que se derriten

burbujean y revelan la consistencia de las emociones.

Los morrones distraen pero los kiwis distraen más;

la ensalada de frutas de la mañana no tenía banana.

Los colores me atraen y los olores me marean

me pierdo en la geometría de cada fruta.

 

Soguera criolla

Prefiero las fibras de una planta de esparto para hacer las sogas.

A las biznagas y las pitas con sus carnes imitando tentáculos.

Todo está bien acá pero conocí la llanura, las inundaciones, el bicherío

cambié al chopo por el ombú y por los sombreros deformados.

Lo mejor es cuando nos acomodamos en los espacios de las raíces

y quedamos manchadas de la luz de la lunota.

Me atrapa el color de la planta curativa

y la forma enroscada del árbol muerto

por el fuego lerdo de las 7…

 

La chica y yo

Limpiar, cocinar y nunca comer.

Mujer con forma de líquido calentito que se derrama.

O de un animal pequeño, quebrado, lerdo

atada de pies y manos

atada a algo vertical o bien horizontal

o colgada

colgada podría ser como I o como Y o como X.

 

Vos Claudio

Lo que mis ojos irritados pueden ver:

La sustancia blanca que se forma

en la comisura de tu boca con la seda

sobre la piel de tu cuerpo liso y blando

con tus ojos pintados y ebrios.

Algo cegador sale de tu cuerpo

hablás y tu voz se va perdiendo.

 

Miss yo

Corre la bola roja

toc, entra la bola

toc, corre la bola amarilla

toc, toca la bola violeta

corre la bola, entra.

Tengo la soga en tu cuello.

 

Ze la rayan

Hombre ajado que escribió con

un collar de perlas en la derecha y

un esqueleto de anfibio en la izquierda.

Las vasijas bien acomodadas, alumbradas

con  la  luz de vela en el fondo.

La caja de fósforos, el glaciar

el escorpión, la estrella comunarda

qué más:

las bananas bien verdes

la cebolla en el frasco con agua

la ventana abierta de par en par.

 

Huir de vos

Linda la tarde lluviosa

el licor verde, en la heladera Siam casi vacía

botellas etiquetadas envejecen su contenido

me provocan, porque quiero quedarme acá

entre las plantaciones del litoral

pero me voy en cuanto pare de llover.

 

Bajo el efecto

La sumisa toma té de menta que mezcla

con leche fría, no tiene ni una sola marca

no tiene arrugas en la cara, ni ombligo

no tiene todas esas cicatrices que te deja

el agua que sale del caño sarroso de la ducha.

Era verano, era febrero, era el séptimo aniversario.

La arrodillé y la até: las manos arriba, la cabeza abajo

los ojos descansaban en el fondo de las órbitas.

 

Vex

Puedo reconocer a una hembra

por la forma y el olor de la flor

recostada en las ramas la abrazo

y le tengo miedo porque sus ojos

se animan a llorar.

 

Lamparita

Estoy rompiendo cosas cortantes, vasos y espejos

es porque estoy cortando cosas adentro

no siempre rompo, no.

La imagen de una hoja apaisada

las lluvias reiteradas sobre el vidrio roto

cuando las cosas se mojan, es una señal.

 

Chi

La negra está sola y triste en la cara contraria del planeta

con su gato negro mallorquín que le soba las tetas estriadas.

Cuando llora, el gato busca esas lágrimas

la grasitud natural de la piel

la salmuera de los mocos líquidos.

Todas las noches, después de pulir medallas

en la joyería de Alquería, vuelve

haciendo autostop

hojea el atlas universal

y piensa

en el gordito de Palermo que la quería.

 

Agua fangosa

En el vivero vidrioso: gatillo, bifloras

labiadas, estilo con estilo, solitaria.

Amaranto, Ángel, narciso amarillo.

Flor canelera cubierta de cinc ya cobalto.

Flor mexicana de la maravilla, así es ella.

 

Trampa

Quiero evitar el escándalo, el veredicto lo dicta Irma:

Usar una túnica, un faldón, un sable, un cinturón

de cuero sobado o de plástico duro y antes

y después del combate sandalias de bambú y paja.

Entonces le zampo el golpe y repaso una salivada.

Fijo ataduras y como boa a conejo en 7 segundos

acabo con él. 7 segundos de doma a pelo de toro cebú.

 

Excusa de mar

Voy a segregar una nueva protección

varias veces más dura que las anteriores

no abandonada, no cobijo que se afiance

con colores fuertes al canal confeccionado.

Sorbo el animal entero de la concha

negra azulada o verde aferrada a una base sólida

y con una perla cultivada. Empotrado

algo

de naturaleza minúscula.

 

Hay

Dentro de cada cuerpo duro

dentro de cada corteza

en la moscada nuez

en la cucaracha

en el caramelo ácido

no masticable

y en el confite

del chicle adams:

hay blando.

 

El borde

De un vaso de licor

lo importante es el vidrio.

Hay hampa, British

hay tipos, tipos de bar.

La bondad no es profesional.

No juegues

sin ventaja, sin dormir.

El que impacta

rueda. El que ríe:

pone lo demás.

 

TOMILLO

 

Cuando la primavera

derrite la nieve del cactus

volviéndola leche batida y espumosa

me gusta pasear en bicicleta y hablar

con gente que no conozco.

Cómo me gustaría

que estas notas

suenen como las tuyas

y germine la semilla de la tarde

en que me vacié.

Las flores mueren

o permanecen

en estado de respiración reducida

así quedo, suspendida.

Mientras existan células

sobrevivo como un árbol

sequoia de cientos de años

joven.

 

Una planta verde ondulada, elíptica con espada fragante

hembra con corola y pistilo, la toco y presiono las yemas

poca luz, poco sol, oblonga la hoja y la tierra, húmeda.

La planta entre las piernas tocando mi botón ovado

soy una lombriz de agua puerca, mi anillado se mueve

y brilla intenso el caldo, gel de clorofila.

Polvo, tallo y nudos en la maleza bilabial y espesa.

 

En la cadena nocturna donde todos devoran

leo en tus ojos el deseo de otras hierbas

que brotan y se abren, silvestres y agrietadas

redondas y con púas.

Acostada en almohadones, levantás los brazos

para decir que comprarías las cuerdas y el palito guía

para que el amor no crezca descarriado.

 

Uso una rama para mover la mata

que está entre la piedra y el agua.

La siento caliente, lisa, áspera, con moho

y hongo cerca del dique.

Para llegar a la piedra chata y tallada

cruzo el agua, piso el fondo

piso y resbalo, alga y verdín, me mojo.

Muchos peces negros chocan, rozan sus aletas.

Tengo los zapatos en una mano.

 

En el mortero muelo romero

arranco los higos verdes

saco de la peperina las arañas

y de las parras lo tierno

en un colchón de orégano fresco.

 

La cáscara de fruta ácida

con sus semillas

más yerba mojada y oxidada

algo fermenta en la heladera.

 

Llueve en la montaña

crece el río y cambia de color.

El agua se hace fría y corre más rápido

en la cascada, detrás de la piedra vertical

que hunde su borde en el agua.

Ahí están las semillas de araucaria y las espinas

una planta de poleo escondida entre las tunas

y una hilera de paja peinada con mosquitos.

 

Si se junta tomillo

cuando el sol raja

hay que saber distinguirlo

del falso tomillo que siempre

está encima de él

y es más grande.

 

En un espacio pequeño está la presa que deseo

la atraigo, la atrapo, mi olor y mi néctar

trampa de fosa, bisagra, trampa del papel.

Mi tajo rueda por el agua

tengo las bocas abiertas, todas rojas.

Cubiertos de pelos pegajosos sumergimos

la claridad de los rayos que incide sobre mí.
Se achica el río, se convierte en arroyo

de este lado tengo la espalda

apoyada en la piedra, la mano en el tajo

la perspectiva de un mineral

o un resto de roca desintegrada.

Al otro lado del arroyo, el berro ferroso

el ruido del fondo confuso

la zorra roja que se para en el borde

me traspasa con sus ojos.

 

Miro entre tus piernas la forma oval

y de color rosado, muy convexa

en la parte superior y plana en la inferior

con la boca reducida a una raja que a veces tiene

dos o tres manchitas negras, rojas, casi marrones.

PALO MALO

 

Estos días sin dormir

agudizan mis sentidos

el pasillo, la puerta, todo tan oscuro

el ambiente un caldo espeso

los cabellos de ángel

las municiones

todo está presente, el ascensor

las puertas automáticas, los números

rojos iluminados.

Cruzo las calles adoquinadas.

Camino en la dirección equivocada

no encuentro el rumbo, no

me pierdo

quiero dormir un poco más.

 

Miro la costa del río amarronado

gris, casi rosa del reflejo y el destello

del mediodía que adelanta su siesta.

Bordeando por izquierda

a un ritmo más bien norteño

el espacio, las baldosas y las veredas

de una casa descascarada

hoy es todo patio con dos limoneros

que parten sus ramas por el peso

de sus frutos, por la forma y el líquido

más los setenta años sostenidos

por tres pedazos de madera

que los mantienen en pie.

 

Tomo esa medicina que me ablanda

lo perro, esas gotitas de agua destilada

por mi paladar, por los costados

de la lengua y comisura.

Tengo visiones de todo tipo

guerras, tormentas y otros demonios

en esta vigilia que dura toda la noche.

Es una ilusión, no es verdad

sentimental es que estoy desalmada.

 

Así como una polilla atraída en su vuelo

busca puntos distantes, usa la luna

mantiene un ángulo, constante

una referencia, como una idea fija

con el vuelo espiralado al cielo nublado de enero

y antenas ramificadas tres, cuatro veces, estoy.

 

Me dejaste desorientada y confundida

a causa del polvo que soltaste desde tus alas.

No sé cuál es mi función en la cadena

flor que sólo abre de noche atrayendo

animales de hábitos nocturnos

dejándote llegar a la parte más profunda

¿o qué?

 

Sentada en el banco de la plaza

abajo del árbol que parece un gomero:

tres hombres, tres perros; tristes tigres.

Digo, no digo, tengo que decir, opino, rajo el aire

comento sobre lo redondo y oscuro de sus ojos

casi a punto de estallar como los de una nena nazi.

 

Todo rompo, desvencijo, hago escombro.

Ciega, aguada, sin esperanza, sin deseo

todo rompo y todo tiembla, no hay guía

hay árboles, matorrales y escombros.

 

Temporal seguido de chispa y cortes

escena para una filmación blasfema.

El martes se activa la bomba que detona el viernes.

Con bélico énfasis, secuestro y tiro en la cabeza

soy bastarda, tarada, soy kerosén

una rata que puede comerse a sus crías recién nacidas

una alterada hormonal sin proteínas.

 

Paso horas mirando la planta

la tierra de la maceta

donde hay una semilla hundida

en lo húmedo

horas puliendo una pava de acero

para que brille el espejismo

con alevosía de mi reflejo desfigurado.

 

Una mancha cambió su forma en el cielo

resultó ser un grupo de pájaros grises, marrones

cuando caminaba sobre ramas afiladas.

Manteniendo el equilibrio busqué donde ayer

brotó el agua y hoy es suelo abonado, seco.

 

Las nubes manchan el cielo

negro, el río seco, unos terrones

y Charbonier a la derecha, no vayamos

a más de ochenta, las nubes anuncian

que el agua está ahí.

El cuerpo se cansa después de los cuarenta

el limonero sigue dando limones

años después de plantado, seiscientos

con sus gajos y su jugo.

 

Todo está lleno de bichos muertos

una alfombra de caparazones.

Durante diecisiete años

se alimentaron de las raíces.

Salieron a formar nubes en el cielo

una verdadera tormenta.

El esqueleto de un bicho con ojos rojos

quedó prendido a la corteza de la higuera.

 

A veces me deprimo

en este lugar.

Que el ave no desespere

el encierro será breve.

 

Puntear su cuerda

hasta que salga

aguda de los ojos.

Ver el dedo

que se desliza y

escucharlo.

 

El falsificador no se falsifica a sí mismo.

Escribirte es una manera de dejar de pensar en vos.

Un torpedo helado en donde convergen

las tres líneas de mí; Y griega suena a descampado.

 

La flecha clavada en el blanco sigue vibrando.

Los besos hacen la plancha en tus pupilas húmedas.

Llamea el fuego que va transformando

mi corazón viejo en nuevo.

 

La mañana huele a metal.

A pacto malo.

Algo que no me conviene suma

un número negativo. Un catión sin antídoto.

Hundirte a vos, toda tu voz, en lo negro y espeso

de un cilíndrico vaso de fernet.

 

 

 

“Quisiera entrar en el sueño de los poetas que viajan

en las barcas del misterio al mundo de las palabras

rastreando el mejor poema en los silencios del alma”

 

Vivir la poesía y escribirla, es el sentir de los poetas.

Te conducen más allá con su visión, nos entregan y ponen en un lugar,

miran y lo que ven te lo traen. De pronto te hacen sentir de todo, la soledad,

lo grandioso de existir, lo que es inconmensurable y de una forma

real, sencillamente te hacen estallar de miedo, dolor y alegría.

Las palabras son como un ropaje que envuelven estas energías,

tienen tanta fuerza como para mover una quietud y hacerla

vibrar. Las sensaciones de misterio que causan en el ser humano

normalmente las llamamos “mágicas”.

Esto que escribo es lo que he sentido al leer Siete Cueros.

 

Peteco Carabajal